Renuncia el Papa: Una primera valoración / Pedro A. García Bilbao

Posted on 2013/02/11

5



A los escasos minutos de recibir la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI y tratar de informarme sobre ella, la cadena de tv rusa RT (Ritmo de los Tiempos) que emite en castellano para Europa y América me ha hecho una entrevista en directo para su diario de noticias de las 14.00 (hora española). Debo decir que estamos ante un hecho muy singular y excepcional y que resulta poco menos que imposible hacerse una idea cabal de las causas y repercusiones que tendrá este hecho, pero las muy especiales circunstancias y la naturaleza de la institución si permiten aventurar una primera valoración. El Papa ha escrito en su carta lo siguiente:

«Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.

Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. (…)

Este reconocimiento de su incapacidad para hacer frente a la situación de «transformaciones» y «cuestiones de gran relieve» a causa, no solamente de falta de vigor físico, si no de «vigor del espíritu», cuya disminución en él ha sido tal que ya no puede asumir el ministerio que le fue encomendado, es de una gravedad sorprendente. El Papa reconoce que no tiene fuerza moral suficiente para afrontar lo que tiene delante. Es tremendo. Desde 1515 no pasaba nada parecido. Debo decir también, que el hecho de dimitir es algo que en este caso demuestra una fortaleza moral inmensa, un Papa no dimite, es alguien preparado para resistir pues sólo se puede llegar a un puesto así tras un periplo vital muy especial; y digo inmensa pues el impacto de una dimisión papal es tan grande que se debe estar muy fuerte moralmente para aguantar tal responsabilidad. El hecho es que con este acto lo que ha demostrado es la fortaleza suficiente como para asumir la carga de una dimisión. Y tal carga no es sencilla en términos morales. ¿No tiene fuerza para seguir y sin embargo tiene fuerza para dimitir en una magistratura tan sui generis como esa? Las especulaciones a partir de esta procedente cuestión pueden llevarnos muy lejos. El reciente caso de las filtraciones de documentos privados, la detención, juicio y condena del mayordomo privado, las especulaciones de todo tipo sobre lucha de facciones, son factores que están ahí y que deben haber juzgado u cierto papel.

El papado jugó un papel clave en el periodo final de la Guerra Fría con la elección de Juan Pablo II. Hubo de arrojar por la borda el espíritu ecuménico y de fraternidad en la fe y la trascendencia que supuso el Concilio Vaticano II, hubo de condenar y arrojar a las tinieblas exteriores a los teólogos de la liberación y acabó por ignorar a aquella parte de la iglesia sufriente que había hecho de la vida de los pobres y humildes su meta y destino, para acabar jugando a luchas de facciones integristas amigas del poder y el dinero, envolviendo con su integrismo lo que no era sino una impiedad fanática puesta al servicio de los poderes del mundo, siendo la única línea de fractura las tensiones por mantener estructuras, relaciones e inercias con dos mil años de tradición frente a poderes recién llegados con pretensiones globalizadoras. Ratzinguer, distinguido teólogo y profesor universitario que evolucionó desde una línea de diálogo teológico con el mundo luterano y con lo más avanzado del pensamiento católico, fue evolucionando a posiciones mucho más conservadoras y acabó encargado de la Congregación para la Defensa de la Fe, lo que le llevó a ordenar el silencio y el destierro religioso a voces renovadoras y críticas con las que había compartido aulas y debates. El Ratzinger promovido a Papa, pese a su deriva conservadora, era, comparado con las verdaderas sectas integristas que parasitan la Iglesia de Roma desde la época de la guerra fría, era casi un moderado. Hoy este hombre cede el testigo por renuncia, lo que no ocurría desde hace siglos. Y con ello, hace lícita una pregunta que se plantean hoy millones de personas ¿Qué está pasando, qué peligros hay, que hasta el Papa se da por vencido?

Y algunas otras cuestiones… ¿Qué pasa en el Vaticano, es que el Papa no tiene nadie a su alrededor en quien confiar?

Hay que valorar esto.

Pedro A. García Bilbao es Dr. en Ciencias Políticas y Sociología por la UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA.