Hay que machacar a Largo Caballero (I) y (II) / Angel Viñas

Posted on 2018/10/09

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Situamos aquí dos artículos de Ángel Viñas sobre los ataques a Largo Caballero basados en la manipulación de sus citas y supuestas citas. Fuente: Hay que machacar a Largo Caballero (I) y (II) / Angel Viñas


Los recientes dos libros del Sr. Platón, a quien he dedicado los posts anteriores relacionados con el asesinato del general Balmes, son representativos de una tendencia que poco a poco ha ido abriéndose en la publicística de derechas en los últimos años. Dando un salto en el vacío, resulta ahora que el golpe del 18 de julio se dirigió no ya contra los malvados comunistas -rompiendo así una tradición en la historiografía de tal carácter acuñada desde casi el momento mismo de la sublevación- sino contra los socialistas que preparaban una revolución o, en palabras de dicho autor, “un baño de sangre”. Ergo, la sublevación estaba más que justificada.

En un librito anterior al que me he referido en los posts precedentes y titulado SEGUNDA REPÚBLICA: DE LA ESPERANZA AL FRACASO, el Sr. Platón afirma, en un apartado titulado “Hacia la catástrofe”, que Largo Caballero, en visita en Londres, manifestó que un “baño de sangre” resolvería la lucha política en España. Un poco fuerte. Cita como fuente a Augusto Assía, seudónimo de un famoso periodista gallego llamado Felipe Fernández Armesto, que publicaba en La Vanguardia como corresponsal en Londres. Al parecer, así se expresó ante los representantes de la prensa española acreditados en la capital británica y nada menos que en la propia embajada española. El episodio parece poco verosímil y el Sr. Platón se cuida mucho de identificar de dónde ha tomado tan significativa afirmación. En un reciente viaje a Madrid, me preocupé de ver en la biblioteca de Historia de la UCM las memorias de Assía, pero el ejemplar que consulté se refiere a un período ulterior.

Claro que, bien informado como está, el Sr. Platón reitera de inmediato su tremenda acusación contra Largo Caballero. Cito literalmente: En declaraciones al News Chronicle manifestó: “La solución para España, un baño de sangre”.

Ingenuo de mí, pensé que tan distinguido autor habría consultado el News Chronicle, aunque por lo que dijo de Pollard, Dorothy Watson y el Dragon Rapide tuve mis dudas. Como voy con frecuencia a Londres, pensé en consultar el periódico yo mismo. Seguía extrañándome. Un punto en el que coinciden varios testimonios es que dirigentes y miembros del PSOE habían anunciado, incluso públicamente, que un sector del Ejército preparaba una sublevación. Por las vías adecuadas habían hecho llegar sus temores al presidente del Consejo y ministro de la Guerra, Santiago Casares Quiroga. Pensar que los socialistas fueran a ser tan locos como para desencadenarla no encaja ni con lo que los historiadores sabemos ni con la situación reinante en la época.

En fin, como este verano he estado muy ocupado con mi próximo libro rogué a un amigo, el profesor Josep Puigsech, que se ha pasado un par de meses en Londres trabajando en archivos y en la British Library, que me fotocopiara la página del News Chronicle en que Largo Caballero, según Don Miguel Platón, habría hecho tan sanguinolenta declaración. Claro que tal periodista no pretende haber leído el News Chronicle (en el supuesto de que sus conocimientos de inglés se lo permitieran). Él cita como fuente la última edición (2010) de un libro de Andrés Trapiello, Las armas y las letras, p. 80.  Así que también la miré en la biblioteca de la Complutense. Y, ciertamente, es lo que escribe el Sr. Trapiello. Estamos, pues, en presencia de una cita basada en otra cita.

Este procedimiento no es de por sí criticable. Yo acudo a otros autores para apoyar mis afirmaciones, pero cuando estas afectan a asuntos graves prefiero ir a las fuentes. Así que he acudido a las fuentes gracias a la benevolencia del profesor Puigsech. ¿Y qué me he encontrado? Pues que es falso, falso de toda falsedad. Ni Trapiello ha leído el News Chronicle ni tampoco lo ha hecho Platón quien, por cierto, en la magra bibliografía en que basa su obra no menciona absolutamente títulos esenciales para la comprensión del proceso de radicalización de un sector del PSOE en la primavera de 1936 y sus antecedentes. Estoy pensando, de memoria, en los trabajos específicos de Marta Bizcarrondo y de Santos Juliá, pero hay más.

Así que, para mostrar cómo trabaja un historiador serio y no un trapisondista, me permitiré traducir los párrafos más relevantes del artículo de J. Langdon-Davies, “Caballero is Here”, publicado en aquel periódico el 9 de julio de 1936. Por cierto, no figura en las obras completas del líder socialista. Los lectores recordarán que el entrevistador fue un notable periodista que no tardó en acudir a España tan pronto como pudo tras el golpe y que dedicó numerosos artículos, recogidos luego en un libro, que ha reeditado con un primoroso prólogo el profesor Paul Preston. El original, Behind the Spanish Barricades, data de 1937, y se encuentra fácilmente en castellano y catalán en sendas ediciones de 2009.

Langdon-Davies presentó Largo Caballero a sus lectores (algo que omito aquí) y señaló que “España, al igual que Francia, se encuentra en la extraña situación de contar con un Gobierno democrático basado en las clases medias y amenazado por una revolución de las derechas y que para su vida misma depende de las izquierdas que no creen realmente en su capacidad de solucionar los problemas económicos y sociales”. Creo que la sucinta descripción es bastante exacta. Ahora traduzco el primer diálogo del artículo:

“Recordé a Largo Caballero el destino que ha tenido la socialdemocracia en Alemania y Austria. ¿No temía que los socialdemócratas españoles siguieran el mismo camino? No -respondió- porque son demasiado fuertes para los fascistas. ¿Por qué lo son? Porque estamos nosotros?, respondió”.

Aquí podemos observar un ejemplo de la hubris que acechó al PSOE y que no era muy diferente de la que acechaba a los militares que iban a sublevarse. Langdon-Davies señaló a sus lectores que el líder socialista era un gran admirador del primer ministro Casares Quiroga y que creía que era la persona adecuada para lidiar con la amenaza fascista. Puede ser una transcripción correcta o no. En general, los líderes socialistas ya no se fiaban demasiado de él, pero el hecho es que según el entrevistador Largo Caballero le alabó por la forma en que se había comportado.

Ahora llega un párrafo más interesante. Según el periodista Largo Caballero resumió su actitud hacia el Gobierno de la forma siguiente: “Estamos dispuestos a ayudarle en la realización de su programa. Lo hemos puesto donde está con nuestro sacrificio en sangre y libertades. No creemos que tendrá éxito. Cuando fracasen, será nuestro turno y será nuestro programa y no el suyo el que pondremos en práctica. Pero mientras ello no se produzca, seremos leales con el Frente Popular y con los republicanos de clase media”. Nada que reprochar a esta aseveración.

Langdon-Davies preguntó entonces cuál era la relación entre la UGT y otros sindicatos [léase CNT]. La respuesta fue que había un claro entendimiento en materia de huelgas. “Cuando se produce una vamos unidos. Tratamos de resolver las diferencias atrayendo a nosotros al común de los sindicalistas”. El lector recordará que la competencia intersindical, sobre la que se ha escrito mucho y bien, fue un factor que estaba detrás de las oleadas huelguísticas de la época y que, a principios de julio de 1936, parecían ir amainando. El periodista, sin embargo, inquirió si no era cierto que había habido una epidemia de huelgas. La respuesta fue que otras tantas habían tenido lugar en 1931 cuando él era ministro de Trabajo. El advenimiento del Frente Popular no cambiaba demasiado los términos de la lucha por obtener mejores condiciones de empleo en pugna con los patronos. Las huelgas eran económicas, no políticas. El éxito de la UGT había erosionado grandemente la capacidad de atracción de la CNT.

Largo Caballero añadió: “Existe, desde luego, un cierto nivel de confusión y de violencia, pero los socialistas nos oponemos a ello, ya sea en lo que se refiere a la quema de iglesias o al asesinato de contrarios. No podemos ser responsables de lo que hagan elementos criminales, ya sean de derechas o de izquierdas”. No hay que olvidar que la primavera de 1936 fue un período de acción-reacción ya que los conspiradores militares aspiraban a crear la sensación de que existía un estado de necesidad que había que cortar por lo sano.

“¿Cree Vd., preguntó el periodista, que el cambio de un gobierno republicano por uno socialista podrá hacerse mediante el voto en las urnas? Realmente no lo sé, –fue la respuesta- pero lo que sí sé es que sin nosotros no habría republicanos. Somos quienes les apoyan y sin nuestro apoyo se esfumarían”.  ¿Cuál es su actitud en temas exteriores? ¿Seguirá siendo España un neutral en las batallas futuras? Ya no hay, en realidad, neutrales. A un lado están los frentes populares de las democracias y Rusia y, del otro, las dictaduras de derechas”. Respecto a la Sociedad de Naciones, que el Gobierno conservador británico había ya debilitado, Largo Caballero afirmó que España continuaría siendo fiel a los principios de la misma. Si la SdN fracasaba, España no sería neutral. Los socialistas eran aliados de los enemigos del fascismo.

Una de las conclusiones del entrevistador fue que era muy de agradecer que hubiera grandes líderes populares y que, incluso en aquellos tiempos turbulentos, evitaran apelar a una emocionalidad desbordante.

Y ahora, mi pregunta a los Sres. Platón y Trapiello: ¿dónde encuentran en esta entrevista menciones a un “baño de sangre” o a la necesidad de la violencia?  Pues así, algunos escriben -dicen- historia. Se inventan fuentes, se inventan hechos y sobre ellos edifican invectivas y descalificaciones.

Y otra pregunta al Sr. Platón. Servidor ha confesado haberse equivocado en el empleo del general Romerales y haberle puesto al nivel de división cuando solo era de brigada. Para él, sin duda, el equivalente poco menos a un pecado nefando. Lo mismo hice con el general Gómez Morato que no fue ejecutado. Errores lamentables, producto del descuido y de no consultar el Anuario Militar o, en último término, Wikipedia. ¿Qué hará el Sr. Platón? No es el único renuncio.  El del próximo post es más sangrante.

(Continuará) Y aquí situamos el segundo artículo de Ángel Viñas que publica en su blog sobre este tema.

En el post anterior me he quejado de que el último periodista, por ahora, que se ha lanzado a la tarea de dar a conocer los “desmanes” socialistas en la Segunda República basara absurdamente en una fuente que no había consultado. En este pondré en evidencia que también distorsiona fuentes que dice haber leído y que es muy inventivo a la hora de aporrear a Largo Caballero. Con este post, advierto, dejo de ocuparme del Sr. Platón. Si como espero lee mi próximo libro se dará cuenta de que sus supuestas reflexiones, sin pizca de originalidad, pueden echarse abajo simplemente mirando desde otra perspectiva. A diferencia de lo que él hace, con EPRE.

En la página 165 de su libro SEGUNDA REPÚBLICA DE LA ESPERANZA AL FRACASO, el Sr. Platón se refiere a un famoso episodio que describe así: “el líder monárquico Antonio Goicoechea visitaba al embajador de Italia, Orazio Pedrazzi, y le informaba de los planes de sublevación”.  En poco más de una línea, cuatro errores: primero, Goicoechea no visitó al embajador; segundo, por consiguiente, tampoco pudo informarle de nada; tercero, lee mal su fuente, que indica correctamente en las notas (es un superconocido libro de mi buen amigo el profesor Ismael Saz); cuarto, lo que Goicoechea hizo fue enviar una carta a Mussolini a través de un mensajero italiano.

Todo ello puede leerse en la obra de este autor y cuyo sentido general el Sr. Platón se lo pasa por el arco de triunfo. Añade después: “Pedrazzi reaccionó ante esta confidencia con la misma incredulidad que el Gobierno de Casares Quiroga”. Bueno, es una explicación un tanto capciosa. Malamente pudo reaccionar si Goicoechea no lo visitó. Sí es cierto, ya lo escribió Saz y lo repite Platón, que Pedrazzi no se creyó los rumores y que el 30 de junio los desmintió en uno de sus despachos.  ¿Qué cabe extraer de ello? Pues que el nuevo historiador presenta de manera torticera el sentido de la carta, a pesar de que Saz lo explicara por activa y por pasiva. El porqué lo dejo al buen sentido de los lectores. Yo tengo una interpretación que no gustará al Sr. Platón.

Mi interpretación no coincide con las tesis del Sr. Platón que, quizá por casualidad, deja fuera de foco muchos datos de interés (“chicha”, en el viejo argot madrileño). Goicoechea no escribió solo en su nombre. Lo hizo también en nombre de Don José Calvo Sotelo y de José Antonio Primo de Rivera, personajes todavía un tanto intocables para la derecha. También, y esto es mi modesta opinión lo más importante, silenció el objetivo de la carta y que Saz detalló cuidadosamente. Estribaba en mendigar a Mussolini una limosna nada despreciable para financiar a los generales comprometidos en el golpe, por si este fallaba y tenían que huir al extranjero. Los dineros que Goicoechea, Calvo Sotelo y Primo de Rivera habían acumulado los habían gastado en financiar “grupos de acción”. Es decir, a sus pistoleros. Claro que podrían pensar que lo hacían por la “buena causa”.  Es decir, además de presentar erróneamente el episodio, el Sr. Platón se abstiene con sumo cuidado de contextualizarlo como cualquier “profe” exigiría a un estudiante de 4º del Grado de Historia.

Dejo aquí el tema, sin detenerme en más interioridades, porque lo que me interesa en este post es la curiosa referencia que hace el Sr. Platón al líder socialista. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valencia, donde fui catedrático un par de años, tan distinguido periodista, que da correctamente la fecha en que se produjo la supuesta visita, el 14 de junio de 1936, afirma que en ese mismo día “Largo Caballero propugnaba la formación de un Ejército Rojo -denominación oficial del Ejército de la URSS hasta 1947”. Lo reproduzco en negritas y lo que voy a argumentar es que, en otro renglón, otra barbaridad. Prudentemente el Sr. Platón no ofrece fuente. ¡Qué cosas! ¿De dónde habrá sacado tan importantísima información que, naturalmente, puede cambiar la interpretación de aquel período de la historia de España?

¿Qué haría un estudiante de 4º de Grado de Historia?  Imagino que, aprovechando -si es de una Universidad pública madrileña, aunque no necesariamente de la URJC, iría a la hemeroteca a husmear lo que dirían los periódicos de la época. Si fuera por nota sabría ya que los periódicos solían presentar, y todavía lo hacen hoy, un mismo episodio con diferentes colores y distintas perspectivas. Si las analizara convenientemente le daría para escribir un trabajo de curso (no de fin de curso, simplemente intermedio). Lanzo la idea por si las moscas.

En lo que a mí respecta no me molesté en ir a la hemeroteca municipal madrileña porque lo único que me interesaba era saber lo que había dicho Largo Caballero y compararlo con la versión del Sr. Platón. Así que en esta ocasión me he limitado a consultar las Obras Completas del político socialista en una primorosa y cuidada edición publicada por la fundación del mismo nombre y que tengo en casa. El volumen 6 contiene los escritos y discursos desde febrero de 1934 hasta el estallido de la sublevación.

A primera vista un recorrido muy superficial llevaría a subrayar que el mismo día 14 de junio de 1936 Largo Caballero habló ante el público. Lo hizo pronunciando no uno sino dos discursos en Oviedo. Ahora bien, para desgracia del Sr. Platón, en ninguno de ellos aparece mención alguna al Ejército rojo. ¡Una pena! para tan exigente pero no demasiado preciso autor.

Ilustrémosle. Fueron discursos con fines distintos. En el primero habló a un público general, en el sentido de que no estaba restringido. En el segundo lo hizo a militantes socialistas (unos trescientos). Por consiguiente, sus palabras se adaptaron a las circunstancias. Con un contenido más amplio en el primer caso. Más concretas y más dirigidas a la militancia en el segundo.

En este segundo discurso hay, sí, un párrafo referido al “ejército proletario del mañana”. Que yo sepa eso no es aludir al “Ejército rojo” soviético.  También hay que ver el contexto.  Una característica de la “historiografía” de derechas escrita por periodistas es que sacan, y a veces mal, una expresión fuera de su contexto y levantan el pollo correspondiente. Aquella mañana del 14 de junio había tenido lugar una manifestación de trabajadores. Largo Caballero los caracterizó como un ejército pacífico. Sí señaló que en un futuro ese ejército podría no ser tan pacífico. Al Ejército realmente existente lo caracterizó de burgués, pero añadió que sus componentes no tenían que temer que los socialistas fuesen contra el ejército. Iban contra un ejército que no estaba “al servicio de las clases trabajadoras y de sus ideas emancipadoras”. Esto era una fórmula estándar en la época. No hay que olvidar jamás que las clases dominantes españolas habían llevado a la sangría de Marruecos a trabajadores y campesinos durante casi veinte años, pero que hasta 1912 se habían servido de un sistema que permitía la sustitución de un llamado a filas por medio de la redención en metálico. Es decir, que cualquier hijo de papá tenía la posibilidad de escabullirse de la “mili” (http://www.belt.es/expertos/HOME2_experto.asp?id=2615).

El PSOE, la CNT y los sectores más disconformes de las clases medias continuaron pronunciándose en contra de una guerra colonial que, aparte de atender a las ambiciones carreristas de los “africanistas”, fue un pozo de corrupción insondable. Únase a ello que, por debajo de las encendidas proclamas de la gloria, de la dignidad, del papel en el mundo de España, a pocos se les ocultaban que la guerra encubría las ambiciones mucho más materiales de una oligarquía que olfateaba buenos negocios en el pedazo de tierra menos económicamente importante del Marruecos español, una vez que de la parte más rica se había apropiado el colonialismo francés. Es decir, que pedir a Largo Caballero que entonara una loa a un Ejército que entonces solo tenía, en la práctica, una misión cual era la de mantener el orden social interno, era como pedir una pera al clásico olmo.

En realidad, Largo Caballero -que conocía los rumores que mencionaban las tendencias sediciosas en el Ejército- lo que indicó es que “en el mundo no todos los países se harán solidarios de las revoluciones socialistas, y nosotros tenemos la obligación no por patriotería, como la clase burguesa, sino para defender nuestros principios con la fuerza material suficiente para defender nuestras ideas dentro y fuera, si es necesario”. La revolución socialista, tan cantada por unos y por otros, se dejaba para el futuro. También, incidentalmente, en el caso soviético. En este, en función de necesidades más apremiantes como era poner un valladar a la amenaza que suponía la expansión del fascismo.

Desde luego, si el Sr. Platón consulta el tomo VI de las Obras completas de Largo Caballero leerá que, desde el público, alguien vociferó algo así como “¡Viva el Ejército Rojo!”. Entusiastas del mismo siempre los hubo, en España y fuera de España, pero esa reacción no puede encasquetársele al conferenciante

Nada de lo que antecede significa que Largo Caballero pretendiese copiar el modelo militar de la Unión Soviética. Hay que deformar sustancialmente sus intenciones y en ninguno de los discursos que sostuvo en el mes y medio que precedió al estallido de la sublevación (en preparación) hizo  referencia al Ejército.

Otra cosa es, naturalmente, lo que pasó después del golpe. Como no triunfó, pero tampoco fracasó, la estructura del Estado se colapsó. Lo habían previsto los conspiradores golpistas. Lo que no previeron es que no se colapsaría del todo y que las masas, armadas e indignadas por la traición de una parte del Ejército, desataron entonces la temida revolución.

¿Y qué hicieron los socialistas, los republicanos burgueses y los comunistas? Pues tratar de crear un nuevo ejército, el Ejército Popular, que pudiera resistir a la fuerza bruta del fascismo, y eso porque en la segunda mitad de julio de 1936 intervinieron en el conflicto español las potencias fascistas. Una, la Alemania nazi, de forma sorpresiva. A pesar de lo que se dice y se escribe y se sigue repitiendo, los nazis no habían participado en los preparativos del golpe. Otra cosa fueron los italianos, pero el Sr. Platón no está demasiado interesado en decir algo acerca del contexto internacional en el que se movió la República y en el que terminó pereciendo.

En fin, al final de estos posts no puedo por menos de preguntar: ¿quién diablos es el Sr. Platón? En años pretéritos la respuesta hubiese exigido largas horas de búsqueda en las hemerotecas, las bibliotecas y las bibliografías al uso. Hoy, con internet y el nunca suficientemente agradecido Mr Google, es mucho más fácil. No cuesta nada encontrar muchas citas. Por ejemplo:

http://www.elmundo.es/elmundo/2004/03/15/comunicacion/1079377834.html

http://cadenaser.com/emisora/2015/12/07/radio_madrid/1449491035_453705.html

https://www.elplural.com/comunicacion/prensa/el-periodista-que-desde-efe-vinculo-eta-con-el-11-m-en-la-jornada-de-reflexion-saca-pecho_41358102

http://memoriahistorica.org.es/tag/miguel-platon/

Pues que bien.

(FIN)

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